La película de Frankenstein de Guillermo del Toro no sólo volvió a poner en el mapa una de las obras más importantes y universales en la historia, sino que abrió una conversación interesante sobre cómo los avances científicos corresponden a un aspecto/necesidad de la experiencia humana que resuelven, sin querer, muchos otros.
Antes de hablar largo y tendido sobre el tema, queremos presentarles nuestra entrevista con el director mexicano sobre el estreno de Frankenstein, y en donde se abordan varios temas como la paternidad. Aquí se las dejamos y nos seguimos de lleno:
La ciencia como precursor del arte
La ciencia ha sido fundamental para la creación artística. Tal fue el caso de la electricidad, la cual no sólo influyó en nuestro entendimiento de la energía (en términos muy generales) y nos reveló varios misterios del funcionamiento del cuerpo humano, sino que también se vio reflejado en nuestras dudas más grandes sobre nuestra existencia: a través del arte, de la literatura y de un monstruo que bautizamos como Frankenstein (aunque no es él propiamente, pero nos entienden).
Frankenstein o el moderno Prometeo es una de las novelas más importantes dentro de la literatura universal, específicamente entre los textos góticos. Fue publicada en 1818 bajo la autoría de Mary Shelley dos años después de que su amigo, el famoso Lord Byron, la invitara a ella y un grupo de personas a escribir un relato de terror para pasar el rato durante su estancia de verano en la Villa Diodati en Suiza.
De esa suerte de concurso surgieron dos obras importantes: El vampiro de John William Polidori y Frankenstein de Shelley. La primera antecede el máximo relato de vampiros, que es Drácula de Bram Stoker de 1897; y la segunda, fue la primera en su tipo, considerada también como precursora de la ciencia ficción.

Frankenstein o el moderno Prometeo
Frankenstein de Shelley sigue la historia de un médico suizo llamado Victor Frankenstein que cuenta su historia desde su infancia en Ginebra y cómo fue que se obsesionó con la ciencia a través de un libro cuyas teorías ya habían sido refutadas sin el conocimiento del niño: el elixir de la vida.
Esto, en palabras de Victor, lo llevaría a la ruina. En un inicio, Victor buscaba la respuesta a saber cuál es el principio de la vida, metiéndose de lleno al estudio de la fisiología y la anatomía y el proceso de corrupción o degradación de los cuerpos. Y así, encontró el secreto, no revelado, de cómo infundir vida en materia muerta.

Experimentando con cuerpos de tumbas sin consagrar y torturando animales vivos, es que una noche lluviosa de noviembre, creó al monstruo, algo que él llamaba engendro, un repulsivo demonio que le horrorizó: un cuerpo con piel amarilla que apenas si cubría el músculo; pelo negro y largo; dientes blancos; labios negros; ojos acuosos.
Fueron los ojos, amarillentos y turbios, lo que evitó cualquier tipo de contacto. En cuanto vio que el cuerpo inerte se movía, que abría los ojos, Victor huyó y cayó enfermo, culpable de lo que hizo. Y de ahí, un sinfín de tragedias que van desde la muerte de algunos series queridos de Victor, hasta la del mismo creador y su creación.

El experimento real que usó Shelley para escribir Frankenstein
En los años 1800 (pan pan pan), la gente estaba realmente interesada en la ciencia sin participar en ella. Tal fue el caso de Mary Shelley y algunos de sus compañeros que la acompañaron en el reto de crear los relatos de terror que dieron paso a Frankenstein.
Se dice que había un tema científico que la fascinaba, y era el que se relacionaba con el trabajo del italiano Luigi Galvani, un anatomista que realizó experimentos en ranas muertas. Lo que hacía era provocar espasmos en los músculos del animal a través de descargas eléctricas.

De acuerdo con la historia, el científico tocó con un bisturí el gancho del que colgaba la pata de la rana, lo que provocó el movimiento como si estuviera viva. ¿Qué hizo que la pata muerta se moviera?, ¿acaso había electricidad en el animal que impulsara el movimiento?
Lo que descubrió fue que las contracciones eran provocadas por el flujo de electricidad conducido desde los nervios hasta el músculo. Durante muchos años, se pensó que Galvani estaba en lo cierto y los cuerpos albergaban electricidad. Luego, refutaron su teoría y se le atribuyó la electricidad a los objetos que entraban en contacto con los cuerpos de animales… o humanos.
Siglos después, los científicos descubrieron que sí hay algo “eléctrico” en el cuerpo de los animales y las personas. Y que en realidad, las señales eléctricas forman parte fundamental de nuestro funcionamiento.

La película de Guillermo del Toro
Guillermo del Toro tiene un montón de historias que le apasionan (como aquel proyecto de El conde de Montecristo). Pero quizá la que más le ha dado vueltas en la cabeza, es la de Frankenstein. Y es justamente este relato el que estará disponible en Netflix a partir del 7 de noviembre de 2026.
La película de Frankenstein de Guillermo del Toro está protagonizada por Jacob Elordi como el monstruo, acompañado de Oscar Isaac como el creador, junto a Mia Goth, Christoph Waltz, Felix Kammerer y Ralph Ineson.

