Tras ganar algunos de los premios más importantes en Venecia, David Pablos se lanzó al Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) para presentar En el camino, la cual forma parte de la Selección oficial en la categoría de Largometraje Mexicano.
Era una de las películas que más nos emocionaba no sólo porque construye la filmografía de Pablos como guionista y director (este es su quinto título), sino porque superó todas nuestras expectativas al abordar temas que en lo universal, hemos conversado mucho, pero que en lo particular, jamás habíamos visto en una escala tan íntima.
En el camino de David Pablos
En el camino, protagonizada por Víctor Miguel Prieto y Osvaldo Sánchez, nos presenta a Veneno, un joven gay que para huir de un evento violento de su pasado, recorre el norte pidiendo ride a los traileros, con quienes a veces mantiene encuentros sexuales.
Es así como conoce a Eduardo o Muñeco, un conductor adicto que acepta llevarlo a Saltillo con la condición de que no cause problemas. Las carreteras en México, como sabemos, son lo suficientemente peligrosas como para agregarle un conflicto más.
Mientras viajan y se conocen, llegan a un nivel de intimidad que los convierte en amantes. Pero por más rápido que vaya el camión, por más que recorten las rutas a pesar de que esos atajos sean los más peligrosos, por más pronto se vayan de los paraderos, el pasado de Veneno los alcanza.
Una historia íntima y sensual
En el camino nos habla de las posibilidades del amor en contextos brutales, pero también de soledad y de abandono. El vínculo que construyen Veneno y Muñeco, genera una intimidad que los salva de la violencia inmediata, pero pronto se torna peligroso.
Y no, no hablamos de un peligro que provenga de la negación del amor entre dos hombres en un mundo regido por una masculinidad que no pueda considerar la fragilidad. Sino porque el amor entre ambos puede se utilizado en su contra. Y esa esa la verdadera tragedia de En el camino: la imposibilidad de defender la libertad, nuestro derecho a cuidar del otro.

La fotografía y la edición de En el camino
Esa intimidad no sólo la sentimos a través de las actuaciones de los actores principales, sino en la fotografía que corrió a cargo de Ximena Amann (Sujo) entre paisajes amplios, desolados y desérticos, pero lo reducido de la cabina de un tráiler, un bar y un cuarto.
Es justo mencionar el trabajo de edición de Jonathan Pellicer (Cien años de soledad), cuya dinámica nos envuelve en una atmósfera marcada por una amenaza constante, como un monstruo, del destino marcado por un solo evento del pasado.

La reapropiación de los cuerpos masculinos
En las ficciones y en el cine, los cuerpos femeninos han sido explotados para apoyar ideas que los relacionan con la visión artística sino es que onírica de la divinidad, de la pureza, de la belleza. Eso los ha convertido en un objeto, en algo que ha de pertenecer y que, como decíamos, puede ser explotado: su consumo ha sido desmedido y descuidado.
Y del otro lado, casi de manera irónica, los cuerpos masculinos han sido resguardados. Y si fuera de una pantalla son los más visibles, en las ficciones se mantienen ocultos. Pero lo que hace David Pablos en En el camino, es tomarlos y mostrarlos como un vehículo de la realidad física y emocional de los personajes.

Los cuerpos reflejan nuestra fragilidad. Y los cuerpos masculinos que vemos en las pantallas, se rompen frente a los actos violentos: sufren de dolor, reflejan las depravaciones de la tortura, de un castigo, de la locura. ¿Por qué no mostrarlos en los espacios más vulnerables en donde se intima?
Es curioso (a falta de encontrar otra palabra más exacta). Pero nos incomoda más ver dos cuerpos masculinos teniendo sexo que un cuerpo siendo mutilado por otro.

