La extinción de una especie es un tema serio que, además de provocar cierta melancolía en el público, deja con una mala sensación en el pecho al pensar que todo fue causado por el ser humano. Sin embargo, el saber que nuestras acciones causaron la desaparición de una especie por segunda ocasión, realmente merece un momento para entrar en detalles.

Estamos hablando del bucardo, también conocido como cabra pyrenaica. Era una criatura montañesa que habitaba la península ibérica, entre España, Andorra y Francia; poseía una larga e imponente cornamenta que, por obvias razones, fue la razón principal por la que era víctima de cazadores y coleccionistas de trofeos.

Durante los últimos años del siglo XX, el animal era visto comúnmente en en muros de piedra y montañas, pero no pasó mucho tiempo para que sus números descendieran drásticamente. En 1997, sólo quedaba un espécimen vivo en todo el mundo, pero el milagro no duró para siempre. Lamentablemente, su muerte fue registrada en el 2000.

Bucardo - Especie extinta
Fotos de Shutterstock

Ese fue sin duda un final horrible para una especie que una vez fue considerada el orgullo de su región, pero la historia no concluyó ahí.

Poco tiempo antes de la muerte del último bucardo -que por cierto, era una hembra-, este fue encontrado por un veterinario llamado Alberto Fernández-Arias. Este sujeto cuidó del mamífero y tomó algunas muestras de su ADN, sólo en caso de que llegaran a tener algún valor en el futuro.

Y casualmente, las circunstancias se dieron a su favor. Inspirado por la historia de la oveja Dolly, conocida por ser el primer animal clonado exitosamente, Alberto decidió dar el uso al material que tenía y traer al bucardo de vuelta. Una publicación en IFL Sciencie describió con detalle su plan de acción, que prácticamente se basaba en introducir un poco de ese ADN en los óvulos de una cabra que tuviera cierto nivel de compatibilidad genética, de modo que pudiera nacer un espécimen híbrido.

Así fue como el experto, en compañía de otros científicos, comenzaron a implantar las células del bucardo en 57 embriones. De todos los intentos, siete hembras lograron preñarse y entre ellas, sólo lograron que naciera una hembra en julio del 2003. No era mucho, pero se había cumplido la misión durante un momento breve.

Cuando hablamos de brevedad, nos referimos a que la cabra bebé sólo vivió por escasos 10 minutos, ya que nació con severos problemas respiratorios.

“Tan pronto como tuve al animal en mis manos, supe que tenía un desorden respiratorio”, explicó Alberto en su publicación. “Teníamos medicamentos especiales para el oxígeno, pero podía respirar apropiadamente. Murió en 10 minutos”.

Sin importar lo sorprendente que pudiera ser esta historia, no captó la atención de los medios hasta el 2009, cuando se publicó un artículo a través del diario Theriogenology. En cuanto al equipo que consiguió “revivir al bucardo”, todo lo que se sabe es que agotaron todo su dinero en la investigación y, por falta de fondos, se deshicieron del material relacionado con el proyecto.

Tal vez, en algún futuro lejano, otros científicos decidan intentar traerlo de vuelta, pero es posible que no vivamos para ver tal cosa. Ahora mismo, lo mejor que podemos hacer es tomar consciencia de lo que sucede con las especies que todavía pueden ser salvadas.

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