Lo que necesitas saber:
México le ha aportado tres colores originales a la paleta universal y estos tonos tan particulares los podemos encontrar en nuestra vida cotidiana.
México es de colores. Las casas, los pueblos, los textiles, la cultura, aquí todo tiene un tono específico que nos invita a no sólo entender la cultura, sino a verla. El pantone de nuestro país es una parte importantísima, no sólo para los mexicanos sino para el mundo, ya que ha heredado a la paleta universal tres tintes por demás hermosos, el rosa mexicano, el azul maya y el rojo onoto o achiote.

Los colores de México son algo más que una identidad visual, son una manifestación cultural que nos permite entender cómo se aprecia la belleza y cómo se define la estética en una época determinada. En ese sentido, los tintes que vemos en nuestro día a día representan la esencia de nuestra cosmogonía y de nuestro origen.
Cada color que vemos en una calle, museo, ropa o incluso en nuestras casas, es resultado, primero, de la gran biodiversidad que hay en el país, en México donde sea que volteemos las plantas y las flores colorean los paisajes; y segundo del uso de técnicas innovadoras que se emplearon para desprender pigmentos de la naturaleza.

Asimismo, vale la pena destacar el talento ancestral que hay en el país. Desde el inicio de los tiempos, nuestros artistas han usado las tonalidades de tal manera que hoy son parte de nuestra cotidianidad. Basta contemplar la Casa de Frida Kahlo en Coyoacán o ver las flores bordadas en los vestidos de las tehuanas.
El poderoso uso del color en México
Desde la perspectiva científica, los colores provienen de la radiación electromagnética, un fenómeno que le permite a la retina percibir radiaciones luminosas que difunden, tanto los cuerpos como los objetos.
Sin embargo, más allá de definiciones técnicas, los colores son evocaciones, un producto tanto de la cultura como de las tradiciones de un país. En otras palabras, su importancia depende del lugar donde hayamos nacido y de cómo se nos enseña a verlos y a relacionarlos con significados y con símbolos.

En el caso de México, los colores siempre han jugado un papel fundamental. Por ejemplo, si nos remontamos al Imperio Mexica, veremos que la palabra “Aztlán” se traduce como el país del color blanco. Es así como muchas de las estructuras se pintaron con esta tonalidad.

Para los huicholes el color siempre ha significado rebeldía. Los hombres visten trajes, sombreros y capas rojas que representan al Dios del Fuego. En el caso de los totonacas, cuando el aire sopla a favor se dice que “es un viento azul” y cuando lo hace en contra es “un viento blanco.”
Cada pueblo usa capas tonales para definir sus creencias. Así, tenemos colores mexicanos que definen la cultura desde tiempos ancestrales.
Los tres colores que México le dio al mundo
Y aunque como en el resto del mundo usamos las ocho tonalidades típicas, en México se inventaron tres colores específicos. Hablamos del rosa mexicano, el rojo achiote y el azul maya, tres colores totalmente mexicanos.
Rosa Mexicano
Esta tonalidad se ha usado desde tiempos muy antiguos, sin embargo, no existe todavía una idea clara de dónde provino. Lo que sí se sabe es que este color se hizo famoso gracias al diseñador Ramón Valdiosera, que tras viajar por todo el país lo encontró en algunas pinturas y trajes.

En 1949, el diseñador organizó un desfile en el sofisticado Hotel Waldorf-Asturia de Nueva York. Los tonos rosados de las prendas maravillaron a todos los asistentes, el artista dijo que este tipo de tinte era parte de la cultura mexicana. Desde ahí, el mundo bautizó esta tonalidad como rosa mexicano.
Azul Maya
En el siglo XVII, los artistas no podían usar azul ultramarino en sus obras. Conseguir este pigmento era casi imposible, ya que sólo se encontraba en una piedra perdida entre las cuevas de Afganistán.

Afortunadamente para el mundo, en México había un tipo de arcilla conocida como atapulgita, que mezclada con un tinte de la planta añil era usada por los mayas para sus ceremonias, murallas y demás prácticas religiosas.
Rojo Achiote
Se trata de un pigmento hecho a partir del insecto cochinilla. Un tipo de parásito diminuto que vive en los nopales y se dedica a extraer un ácido carmíneo rojo, muy utilizado para obtener los colores típicos mexicanos.

Tras su llegada, los españoles descubrieron que, para sacar el rojo, las culturas indígenas de México conocían técnicas no sólo para pintar textiles y piedras, sino que sabían como manipular genéticamente a estos animalitos microscópicos, para sacarles el mayor provecho posible.