Por Elisa Caballero y Regina Gómez

“Ni las mujeres ni la tierra somos territorios de conquista” es una frase que tal vez hemos visto en carteles en las protestas feministas o la hemos escuchado en los discursos de nuestras amigas, pero, ¿a qué se refiere en realidad? Esta frase es un llamado de atención a que vivimos en un mundo donde tanto nosotras, nuestra esencia y nuestras cuerpas, así como los recursos naturales que han sido feminizados para darles una connotación de inferioridad, hemos sido vistas como objetos que pueden ser dominados y explotados para el sostenimiento de un sistema patriarcal, capitalista y colonial. 

El ecofeminismo es una filosofía y una práctica que defiende que el modelo económico y cultural occidental se ha desarrollado ignorando las bases materiales y relacionales que sostienen la vida (Herrero, 2015). Es decir, denuncia cómo los ciclos vitales humanos y los límites ecológicos quedan fuera de las preocupaciones de la economía convencional, debido a la ilusión de separación entre el hombre y la naturaleza. Asimismo, denuncia que esta misma lógica de explotación de la naturaleza tiene la misma lógica que la opresión y subordinación de las mujeres (Mellor, 2000). 

Con los años, diferentes autoras y practicantes del ecofeminismo han llevado esta premisa a sus propios territorios y contextos.

Tal es el caso de Vandana Shiva, quien ha sido una de las voces más influyentes del ecofeminismo a nivel mundial. Ella, además de ver la conexión entre la mujer y el ecosistema, y su interacción sostenible, también ha criticado el rol que juegan las macro industrias o el modelo económico colonialista dominante en el despojo y sobreexplotación de tierras, pérdida de diversidad genética y opresión de las comunidades agrícolas de la India.

También, existen los ecofeminismos latinoamericanos (aquellos que se llevan en el territorio de Abya Yala; nombre Quechua acordado en 2004 por la Confederación Continental Indígena como el nombre que se le daría al continente que hoy se conoce como América), que, como sostiene la teóloga brasileña Yvone Gevara, tienden a estar enfocados en una búsqueda de ecojusticia social, donde lxs principales actorxs de interés sean las mujeres marginadas y lxs indígenas, así como las defensoras de los territorios, como respuesta a la violencia impuesta por el patriarcado occidental sobre las formas de vida en Abya Yala a partir de la invasión europea (Lascana, 2017; WLOE, 2020).

En México, por ejemplo, hay un ecofeminismo liderado por mujeres que luchan por la autodeterminación de los pueblos, dando voz a los pueblos originarios, quienes cultivan la tierra, resguardan semillas y tienen los conocimientos ancestrales de ecodependencia, orientada a lograr la seguridad, soberanía y autonomía alimentaria, la defensa de la tierra y sus recursos.

“Defendemos la tierra y el territorio” Ilustración de Ana Karina, IG @el_hermoseador para la exposición en línea de “Entre cuidados y resistencias” de @nahuala.indomita. Descripción: es el lema de una líder social y ambiental afrocolombiana. En Colombia en poco más de dos años han asesinado a 55 líderes mujeres defensoras de la tierra y los derechos humanos. Si son mujeres y líderes el riesgo se duplica. Por esto quise lograr una ilustración en donde podamos sentir que la tierra es nuestra porque venimos de ella y no tenemos miedo para defenderla.

Algunas corrientes del ecofeminismo también ofrecen al movimiento una cosmovisión que se enfoca en una espiritualidad basada en la Tierra, que implica retomar la sabiduría antigua que comprende que todo está conectado y, por lo tanto, todo es sagrado. Como lo expone Ress (2006), la espiritualidad, desde el ecofeminismo, no es una experiencia que se queda en la individualidad, sino que trasciende a la relación con las demás personas y seres y que, desde una visión crítica, cuestiona el androcentrismo y el antropocentrismo de las sociedades patriarcales en las que vivimos. 

Otra cuestión que no podemos dejar de mencionar es que el ecofeminismo busca visibilizar que, si las mujeres tienen una relación más estrecha con la naturaleza y con los trabajos de cuidado, es por la construcción social sexista que ha separado los deberes de sostenimiento de la vida. Por lo que la contrapropuesta es la corresponzabilización de los hombres en el trabajo de supervivencia y el hacer visible la dependencia que tenemos tanto hombres como mujeres (Herrero, 2015) del medio que habitamos.

El trabajo que hace esta corriente de pensamiento es llegar a la conclusión de que la crisis ecológica es también una crisis de relaciones sociales (Herrero, 2016), por lo que entre las herramientas que propone para la transformación social son la empatía, los autocuidados y el autoconocimiento como actos de amor radical hacia nosotras mismas y nuestras comunidades. Asimismo, hace énfasis en tejer redes de apoyo y en la revalorización de la colectividad para enfrentar el mito del crecimiento y la fantasía de la individualidad, y de esta forma permear todas las actividades económicas y políticas de las que depende nuestra existencia humana.

“Somos el territorio que habitamos” Ilustración por Carmina Vergara Enciso (Ave) IG: @carmin_ave  para la exposición en línea de “Entre cuidados y resistencias” de @nahuala.indomita. Descripción: mi mayor inspiración para hacer esta ilustración fue la labor que hace Celiana Cypcwyk Krikati, quien es líder de una brigada contra incendios de una parte del Amazonas. La historia de Celiana y de la brigada es de resistencia y dignidad ya que les preocupa que el territorio que habitan ya no pueda ser habitado por sus hijas/os y que la vida como la conocen deje de existir. Ellas/os se están haciendo responsables del lugar en el que habitan, ¿nosotras/os cuándo?

 

Algunos ecofeminismos, además, nos ofrecen ver la sanación como un camino cósmico-político, donde no sólo nos sanemos para estar bien física y mentalmente, sino para recuperar la espiritualidad de las mujeres como algo vital y romper con las hegemonías heteropatriarcales que nos aíslan de reconocernos como una fuente de sabiduría plural (Cabral, 2016; LasCanta, 2017; Martínez, 2018). Por otro lado, como bien lo ha dicho la compañera Yásnaya Aguilar, una de las premisas más bonitas del ecofeminismo es el pensar desde lo global y accionar desde lo local, ya que para cambiar e incidir en nuestros contextos hay que pasar por nosotras, nuestra cuerpa, nuestro hogar y nuestras comunidades.

El ecofeminismo no sólo nos propone una nueva forma de percibir las interacciones tanto del mundo interior como del exterior, también nos propone bases o principios guía para transitar a un nuevo modelo de organización social. Como sería el caso de la economía, donde la producción debería ser una categoría ligada al mantenimiento de la vida y al bienestar de las personas y no solamente al valor del mercado y la acumulación de riquezas. Hacer esta distinción es de suma importancia para poder diferenciar las actividades sociales que están al servicio de la vida y las que no; por ejemplo, el mercado armamentista, contra la agricultura o los trabajos de cuidados.

“Soñar y crear una ciudad” Ilustración de Melissa IG: @melissillapapalinilla  para la exposición en línea de “Entre cuidados y resistencias” de @nahuala.indomita. Descripción: ¿Plasmar una denuncia o un sueño? Así empiezo.. dudando que voz tomar, pero la vida y sus volteretas me exigen en este momento soñar, construir de nuevo, con el miedo como aliado guiar al corazón, agarrar las ganas desde las raíces, agarrar la esperanza, sembrarlas y cultivarlas; Un recordatorio o una invitación a exigirme, exigirnos, exigirles tomar las ciudades como entes vivientes que deben poner en su centro cuidar, respirar, alimentar y unir sus moléculas. Nosotras como células de estos entes, vibramos armónicamente para que la vida de todas las especies sea sostenible. Yo creo que es posible ¿y tú?

Desde sus distintas corrientes, el ecofeminismo nos invita a conectar con la red de vida que nos sostiene llamada Planeta Tierra y al mismo tiempo a romper las barreras imaginarias que dividen nuestra vida moderna de la codependencia de la naturaleza y de la interdependencia con lxs demás seres humanxs.

Tanto el feminismo como el ecologismo son movimientos que buscan la liberación de las personas y la preservación de la vida en general. El abrir el diálogo y apoyarnos mutuamente es sumamente necesario para poder construir sociedades libres, justas y pacíficas, donde las personas podamos vivir en armonía con nuestro entorno y entre nosotrxs. Ni el movimiento feminista ni el movimiento ecologista de manera aislada podrán atacar desde los cimientos al sistema patriarcal, capitalista y opresor hegemónico.

Asimismo, se necesitarán la construcción de redes de apoyo, la vuelta a la vida comunitaria y enfocada a lo local. El cuestionarnos qué es lo realmente esencial y la desaceleración de nuestros ritmos y niveles de vida.

Todo esto, bajo una perspectiva antirracista, anticolonialista y antiespecista.

A nosotras nos representa dignamente la frase “ni las mujeres ni la Tierra somos territorios de conquista”. Es un grito revolucionario que necesita ser escuchado a lo largo y ancho del planeta; es un recordatorio de que, al apropiarnos de nuestros espacios personales y colectivos como frentes de resistencia, las mujeres estamos liderando el cambio social y defendiendo la vida, no por diversión, sino por necesidad, ya que el sistema no sólo nos ha negado y degradado a nosotras, sino también al ecosistema del que somos parte. 

Nuestra invitación y la del ecofeminismo es a unir los frentes de lucha que tienen como fin último el proteger la vida; a volverse aliadxs de ambas causas, porque sólo así lograremos romper con el yugo de la opresión y detener la catástrofe socioecológica que nos acecha.

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Elisa Caballero y Regina Gómez son integrantes de Contaminantes Anónimus.

Twitter:@contaminantesa

Facebook: Contaminantes Anónimus

Instagram: contaminantes.anonimus

Imagen principal: “Somos el territorio que habitamos” por Carmina Vergara Enciso (@carmin_ave)-

FUENTES

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