El musgo forma parte de arreglos florales a lo largo del año, pero en la época decembrina su extracción crece de manera desmedida para decorar los pesebres del nacimiento. No es por ser un Grinch, pero esto no es buena idea, porque lo que no todo el mundo sabe es que su extracción suele ser ilegal y masiva en la temporada navideña, sin un plan de manejo sustentable. Y además resulta que el verde tapete tiene una importancia ecológica enorme.

¿Qué tiene el musgo que yo no tenga?

El musgo es una planta que pertenece al grupo de las briofitas: las plantas terrestres más antiguas. Hay aproximadamente 12,800 especies de musgo en el planeta, de las cuales 984 especies y variedades se reconocen en nuestro país y 76 son endémicas (sólo existen en México). Proporcionan muchos servicios ecosistémicos y juegan un papel clave en los ciclos del agua y del nitrógeno.

Los musgos retienen agua. El género Sphagnum puede alcanzar las 30 veces su peso en agua retenida. Pueden absorberla muy rápido y liberarla lentamente. Con esto mantienen la humedad, favorecen la infiltración de la lluvia y disminuyen la erosión del suelo. Cuando se derrite la nieve en primavera, muchos musgos retienen el agua para que se libere hacia los riachuelos lentamente, en lugar de que haya una súbita y violenta corriente de agua.

Los musgos también ayudan a regular la temperatura. Forman un tapete en el suelo de los bosques que protege a las raíces de los árboles al proporcionarles sombra y aislamiento térmico. Además, capturan nutrientes disueltos en la lluvia o neblina que de otro modo se perderían. Los utilizan mientras están vivos y al morir, los liberan al ambiente; así aportan al reciclaje de nutrientes. Producen distintos elementos con los que se nutren otras plantas y pequeños seres vivos. Son un sitio de germinación de semillas y material de construcción para nidos de aves y para los invertebrados son alimento, refugio y sitio para depositar sus huevos. 

…Todos vienen a mí. En tu basura

Del mismo modo en que absorben agua y nutrientes, también capturan dióxido de carbono y pueden absorber una amplia gama de contaminantes ambientales. Distintas especies tienen diferente grado de tolerancia. Hay algunas que acumulan altos niveles de metales pesados como cadmio, plomo, cobre o zinc. Otras son sensibles a contaminantes atmosféricos, como el dióxido de azufre, por lo que se pueden usar como bioindicadores de calidad de aire. Esto significa que dependiendo de las concentraciones del contaminante en el ambiente pueden cambiar de forma o densidad, o incluso morir. El musgo se encuentra de manera natural en zonas urbanas en todo el mundo. ¡Solamente en la zona metropolitana del Valle de Toluca se han identificado 41 especies! Gran parte de la población en estas zonas se expone a niveles de contaminación mayores a los recomendados por la OMS, así que el musgo podría ser un método de bajo costo para monitorear la contaminación en las ciudades.

Musgo vemos, pero de conservación no sabemos

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) publica periódicamente una lista roja de especies amenazadas. Los musgos están tan poco estudiados que la UICN reportó que en 2017 había 76 especies amenazadas (pertenecientes a los grupos Bryophyta, Anthoceratophyta y Marchantiophyta), pero indicó que este número resultó de evaluar solamente a 0.6% de las especies que hay descritas. 

Tampoco existe registro oficial de la extracción de musgos en temporada navideña en México, pero un estudio en Michoacán reveló que se obtenían 50 toneladas en un año. Oh, no. Los musgos. ¡Serán destruidos y me importa! Y con justa razón, porque el musgo tarda años en regenerarse y su pérdida causa que los suelos se erosionen y pierdan nutrientes, muchas plantas no tengan sustrato donde crecer, y especies de animales pequeños pierdan su hábitat y desaparezcan. Los cuerpos de agua subterránea no se recargan adecuadamente y todo el ecosistema se ve afectado. Es por ello que en lugar de extraerse de su hábitat natural, deberían producirse cultivos específicos con fines ornamentales, para no afectar a los ecosistemas nativos. 

La conservación y gestión del musgo en México está regulada por la SEMARNAT, la cual establece que se debe aprovechar en franjas de máximo 2 metros de ancho y sin sobrepasar el 50% de lo que hay en cada sitio. No se puede utilizar el mismo sitio hasta que se haya recuperado por completo, pero la extracción intensiva impide que se regenere adecuadamente. Se supone que se cumplen estas normas y por eso no se considera legalmente en peligro de extinción. Sin embargo, no se le da seguimiento a que se extraiga la especie y cantidad de musgo para la cual se otorgan permisos. Por ejemplo, en el Estado de México hay permisos para extraer la especie Polytrichum spp., pero la que realmente se obtiene es Thuidium delicatulum. Así que, como diría el Grinch, “¡Dame eso! ¿No sabes que se supone que no debes tomar cosas que no te pertenecen?”.

Es porque soy verde, ¿no?

Aprovechemos que vivimos en un mundo tan globalizado e interconectado para conocer más sobre otras perspectivas que nos ayuden a relacionarnos mejor con el ambiente. Mientras que la cultura occidental tiene un mercado de extracción, en Japón es muy común cultivar tu propio musgo, ya que son una parte esencial de los jardines zen. Entre los valores japoneses existe una admiración y respeto hacia la edad y la historia. Como el musgo toma años en cubrir una piedra o superficie, ven esto como una virtud y tienen una cultura de conservación hacia la planta.

extracción mexico japon
Foto: Pixabay

Y en las áreas naturales donde crecen, son populares las excursiones para simplemente observarlo. Está demostrado que estar en contacto con la naturaleza es relajante y tiene beneficios para la salud humana. Tal vez nuestro corazón no crezca tres tallas, pero conocer la biodiversidad nos motiva a protegerla. Así que pon esa música navideña a todo volumen, pero nada de musgo en el pesebre. Mejor dejarlo crecer en nuestros bosques y, en vez de extraerlo, un paseo para verlo dentro de su hábitat natural no está de más.

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Mariana Castro Azpíroz estudió biología molecular en la UAM Cuajimalpa. Ha realizado investigaciones en colaboración con el Centro de Investigaciones Biológicas y Acuícolas de Cuemanco (CIBAC, UAM-X); además, se ha dedicado al cuidado y conservación de especies acuícolas endémicas. Desde 2019 se dedica a la divulgación científica y actualmente hace educación ambiental a través de redes sociales.

 

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