El lunes 19 de diciembre el embajador de Rusia en Turquía, Andrei Karlov, fue asesinado mientras pronunciaba un discurso en una exposición fotográfica. El autor del atentado fue identificado como Mevlut Mert Altinas, un oficial de policía. De acuerdo con diversos testimonios, el tirador gritó una consigna acerca de la participación rusa en la ciudad siria de Alepo antes de disparar contra el diplomático.

Karlov era un experimentado funcionario que jugó un papel clave en la reanudación de relaciones entre ambos países. Desde su llegada al cargo, en julio de 2013, el embajador impulsó la creación de diversos espacios para mejorar las interacciones entre Rusia y Turquía, enfrentados por sus diferencias sobre el conflicto en Siria, en el cual ambas naciones apoyan a bandos contrarios.

Las tensiones crecieron cuando un jet turco derribó un cazabombardero del Kremlin que sobrevolaba la frontera entre Siria y Turquía a finales de noviembre de 2015. La restitución de relaciones no se dio sino hasta nueve meses después de una dura labor diplomática. En agosto de 2016, el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdoğan, se reunieron para retomar las relaciones comerciales “pre-crisis” y dejar en el pasado el malestar que generó el derribo de la aeronave rusa.

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¿Alerta de la Tercera Guerra Mundial?

El asesinato del embajador Andrei Karlov causó alarma a nivel mundial y encendió las redes sociales: el rumor de una Tercera Guerra Mundial se posicionó como una de las tendencias discursivas en internet, tras comparar la muerte del diplomático ruso con la del archiduque austriaco Francisco Fernando, uno de los eventos que desencadenaron la Primera Guerra Mundial.

¿Pero realmente la muerte de una persona puede provocar un conflicto bélico a nivel mundial?

Sí y no: en 1898, Isabel de Baviera, entonces emperatriz de Austria, fue apuñalada por un anarquista italiano cuando pasaba sus vacaciones en Ginebra, Suiza. Aunque la noticia conmocionó a los europeos, su muerte no tuvo efectos geopolíticos. Sin embargo, 16 años después, el asesinato de su sobrino, Francisco Fernando, sumergió a Europa en un conflicto armado. ¿A qué se puede atribuir esta diferencia? De acuerdo con David Frum, en un texto publicado en The Atlantic, “los asesinatos brindan oportunidades y ocasiones para las guerras, pero no las causan”.

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Utilizando el mismo ejemplo: aunque la emperatriz austriaca tenía la simpatía de la gente y del emperador, un enfrentamiento con Italia no le convenía ni tenía interés alguno para el Imperio Austrohúngaro; el caso fue dejado a los procesos ordinarios de la ley. En cambio, la muerte del archiduque, quien no gozaba de la aceptación del Imperio, fue utilizada como un pretexto para castigar a Serbia tras una serie de provocaciones.

¿El asesinato del embajador ruso en Turquía puede desencadenar un conflicto entre las naciones lideradas por Putin y Erdoğan?

Frum sostiene que solamente si ambos personajes buscan problemas, y en ese caso “el asesinato no será la causa, sino la justificación“. Si el conflicto no escala más allá de lo previsible, como todo parece apuntar, no será porque ambos políticos tengan un “noble compromiso por la paz” sino porque sirven a sus propios intereses y la guerra entre ambos no va acorde con sus intenciones.

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¿Cómo es la relación entre turcos y rusos y por qué un conflicto entre ellos parece inviable?      

Las relaciones entre Rusia y Turquía son una montaña rusa (*guiño guiño*) de emociones. Episodios como el asesinato del embajador Karlov, el apoyo que ambos brindan a diferentes facciones en el conflicto en Siria y el derribamiento de la aeronave rusa no hacen sino endurecer y enfriar los vínculos diplomáticos entre las dos naciones, aunque en los últimos dos años han existido avances promisorios en su interacción resultando en un lazo de cooperación y dependencia.

En el aspecto comercial, hasta antes de imponer ciertas medidas económicas contra Turquía por el ataque contra el cazabombardero ruso, Rusia era el segundo socio comercial del país gobernado por Erdoğan, solamente tras Alemania. Las áreas puntuales entre ambas naciones radican en materia de intercambios, energía, agricultura y turismo, la construcción de la Central nuclear de Akkuyu y  el proyecto de construir una tubería de gas natural, del sur de Rusia hacia Turquía, por poner algunas ejemplos.

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La marcada animadversión que ambos líderes tienen por todo lo que venga del occidente también es un punto en común entre Rusia y Turquía. Los dos países sienten que sus intereses han sido vulnerados por países europeos y particularmente por Estados Unidos.

Al respecto del conflicto en Siria, ambas naciones se reconocen como los únicos y verdaderos negociadores que pueden terminar con el enfrentamiento de cinco años o, al menos, tenerlo bajo control.

Por último, los rusos y los turcos son escépticos de las organizaciones internacionales como la ONU, lo que los ha llevado a desarrollar nuevos conceptos y asociaciones globales, además de afirmar que el mundo ya no se rige bajo un sistema unipolar.

A pesar de sus diferencias y tensiones, Rusia y Turquía comparten una visión del mundo, comercio, turismo e ideales que parecen ser más fuertes que cualquier conflicto. Nada se puede descartar por el momento, pero parece que tampoco debemos correr hacia conclusiones precipitadas.

FOTOS: THE ASSOCIATED PRESS, GETTY IMAGES

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