Por Raiza Pilatowsky Gruner

Hoy en día, no pueden faltar las pláticas, mesas redondas, conferencias y demás eventos virtuales de temática ambiental dónde la pregunta (y respuesta) más esperada por el público es “Y ahora, ¿qué puedo hacer yo para solucionar los problemas ambientales?”. Más allá de querer escuchar sobre el qué está pasando o por qué, temas que se presentan una y otra vez y que terminan por paralizarnos de ansiedad, hay un hambre de contenidos que nos señalen un camino a seguir para salir de este embrollo en el que estamos metidos llamado crisis ambiental. Y no es que las soluciones propuestas no falten, existe todo un “menú” de acciones que nos dice que el problema se solucionará si tan solo todos los coches se vuelven eléctricos, si tan solo el Estado refuerza su brazo punitivista y multa y encarcela a los responsables de la degradación ambiental, y si tan solo todos nos volvemos veganos, ahorramos agua y apagamos las luces cuando no las necesitamos.

¿De quién es la responsabilidad?

Sin embargo, también estamos viendo que el público es cada vez más escéptico sobre este catálogo de soluciones, tomando en cuenta que muchas ignoran (consciente o inconscientemente) que la crisis ambiental es inseparable del sistema colonial capitalista responsable de las desigualdades sociales, y que dichas soluciones no buscan remediar esos problemas y hasta terminan por acentuarlos. Es por ello que, al presentar herramientas que resaltan la responsabilidad del individuo, como llamados a reducir la huella de carbono o campañas de reciclaje de plásticos (herramientas que además fueron creadas exprofesamente por compañías petroleras para quitarse del reflector y reasignar la responsabilidad del cambio climático a un vago “todos”), cada vez es más común encontrar respuestas que desafían estas lógicas. Llegamos a un punto donde no se nos puede pedir que ahorremos agua cuando instituciones gubernamentales y empresas con nombre y apellido continúan concesionando, extrayendo y destruyendo comunidades sin que se les exija que “ahorren agua”. 

Y ahora, ¿quién podrá defendernos? 

Ahora, esta situación también ha creado un nuevo punto de quiebre en cómo decidimos actuar ante la crisis. Tenemos quienes nuevamente se cruzan de brazos y deciden que, dado que el problema es sistémico y no de cambios individuales, no tienen por qué hacer nada para cambiar la forma en la que funcionan las cosas. Por otro lado, están quienes exigen LA SOLUCIÓN que, de forma totalizadora, volteará al mundo de cabeza y nos llevará a una utopía universal. Estas nuevas posturas nos regresan al mismo punto de partida, donde dominan la apatía y la imposición de una sola visión. Y es que por tanto tiempo hemos estado acostumbrados a que alguien más nos diga qué tenemos que hacer, que ante estas preguntas se evidencia que la crisis ambiental también es una crisis de imaginación. Por eso también es que resulta tan difícil responder esos “¿qué hago yo?” que surgen al final de cada conversación. Porque yo no puedo decir cuál es el camino que tiene que seguir alguien que vive al otro lado del país en un contexto completamente diferente al mío. Quién conoce mejor esos problemas y qué es lo que se necesita para resolverlos es quien los vive cada día, en carne y hueso. Y ojo, no por ello quiere decir que no me deben importar sus luchas, sino que la conexión debe venir de la solidaridad y el apoyo mutuo.

Encontrando nuestro camino

En resumen, las soluciones ante la crisis ambiental vienen de muchos colores y sabores, y un paso clave es que no deben replicar los mismos procesos que nos trajeron el problema en primer lugar. Sin embargo, también puede ser desamparante no saber por dónde empezar. Algunos de los primeros pasos que podemos dar es involucrarnos con quienes ya están haciendo algo en nuestras comunidades y en temas que nos afectan. Herramientas como CartoCrítica o el Atlas de Justicia Ambiental son sólo algunos ejemplos de sitios que nos muestran quién está haciendo acción colectiva ambiental y en dónde. Las redes sociales también pueden trabajar a nuestro favor para contactar con personas que ya están organizadas en nuestra localidad, y están surgiendo nuevas propuestas narrativas que defienden la alegría y la ternura, y que nos presentan alternativas para imaginarnos un futuro mejor. Aún hay mucho trabajo por hacer, así que sí, tú puedes ayudar en esta lucha, pero sólo tú puedes decidir cómo. 

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Raiza Pilatowsky Gruner es co-fundadora y directora de Estudios Planeteando. Lleva tres años investigando, escribiendo y siendo conductora de videos y podcasts con el fin de comunicar las problemáticas socio-ambientales que afectan a nuestro país y nuestro planeta a través de la plataforma Planeteando, bajo una visión de justicia ambiental. Es Maestra en Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable por la Universidad del Colegio de Londres y Licenciada en Ciencias de la Tierra por la UNAM. Tiene estudios en comunicación de la ciencia, desastres y cambio climático, y ha colaborado con organizaciones de la sociedad civil enfocadas a crear una sociedad más sustentable

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