La pandemia se encuentra en un nuevo ciclo al que todavía no terminamos de adaptarnos. La variante ómicron del coronavirus ha puesto en jaque muchas de las esperanzas que se tenían hace apenas algunas semanas sobre la posibilidad de empezar a regresar a una suerte de normalidad que se asemejara a nuestros días previos a la emergencia sanitaria actual. Sin embargo, los casos por covid-19, en México y buena parte del mundo, siguen al alza. Ayer, por ejemplo, en nuestro país se volvió a romper el récord de contagios de estos dos años con 44,187 personas infectadas.

No obstante lo anterior, al menos en la Ciudad de México parece que la gran mayoría de las personas (8 de cada 10) que terminan hospitalizadas son quienes no han recibido un esquema completo de vacunación. Esto hace que esta cuarta ola sea de “menor preocupación” que las anteriores. Pero muy entre comillas. El incremento tan alto de casos trae consigo la posibilidad de colapsar nuevamente el sistema de salud mexicano. Y eso en sí mismo es alarmante.

Por el momento no parece que esta nueva ola de contagios vaya a modificar nuevamente, en general, la apertura económica en México. No se plantean nuevos confinamientos extendidos ni parones de industrias completas. Aunque sí se ven algunos cambios ya. De manera diferenciada, el regreso a clases presenciales ha quedado suspendido en más de 10 estados de la república y en algunas más se realizó de manera completamente virtual. Lo mismo ha sucedido con colegios particulares en todo el país que han optado nuevamente por comenzar la segunda parte del ciclo escolar en línea.

No parece que vuelva a haber un confinamiento completo, pero, en general, las personas vuelven a ser un poco más precavidas por la pandemia. 

Pero la naturaleza está a la vuelta de la esquina

Todo lo anterior implica que, probablemente, a lo largo de las próximas semanas (y meses, tal vez) el teletrabajo y la escuela en línea vuelvan a ser la norma en México. Esto llevará, nuevamente, a que muchísimas personas se encierren en sus casas, en lo que pasa la contingencia actual, para evitar posibles contagios. Sin embargo, por nuestras experiencias previas sabemos lo asfixiante, angustiante y estresante que puede ser eso. Lo difícil que es estar todo el día pegado a una videollamada para tratar de seguir una junta o poner atención en clase. Pero más allá de tomar la desesperación para exponernos en plazas comerciales o eventos masivos, quizá valdría la pena recordar que la naturaleza está a la vuelta de la esquina. Es decir, tomar lo que hemos aprendido del virus en estos años—su baja  transmisibilidad aérea, por ejemplo—y adaptar nuestras rutinas actuales en consecuencia.

Se trata de una oportunidad para descubrir espacios de naturaleza cercanos incluso en áreas metropolitanas para cuidar nuestra salud mental sin exponernos a contagios innecesarios a la variante ómicron que tiene un índice altísimo de propagación. Salir, estar lejos de la pantalla, pero con cautela. En la Ciudad de México, por ejemplo, hay bosques enormes como el de Tlalpan, el parque de los Dinamos, las Cumbres del Ajusco, el de Milpa Alta y el de Tláhuac, entre algunos más. Igualmente, hay espacios llenos de vida y naturaleza como los Viveros de Coyoacán y el Bosque de Chapultepec o el de Aragón, que se encuentran incluso adentro de la ciudad que ofrecen libertad para sacudirse el estar encerrado todo el día.

Beneficios para la salud

En lo que se estabiliza el alza de contagios actual, quizá valdría la pena voltear a ver a la naturaleza para darle un giro seguro a la rutina. Vaya, con todos los cuidados necesarios—como el uso de cubrebocas y el distanciamiento social—parece ideal recorrer espacios de miles de hectáreas de árboles, cascadas y caminos. Y más allá de que ver y recorrer la naturaleza sea una actividad idónea para enfrentar el aburrimiento y tedio de tener que estar frente a una computadora, la realidad es que conlleva, además, diversos beneficios para la salud. No se necesita mudarse a un bosque o ver árboles todo el día para cosecharlos; de acuerdo a varios estudios científicos sobre la exposición a ambientes de naturaleza apuntan a que con 120 minutos semanales es suficiente para mejorar niveles de presión arterial, ritmo cardiaco, tensión muscular e incluso del sistema inmunológico.

Parte de la magia que tiene la naturaleza en el cuerpo humano es que sus sonidos, olores y colores reducen la ansiedad, fatiga y enojo del día a día de ambientes altos en estrés. Esto trae como consecuencia una tranquilidad general que ayuda a cuerpo y mente a recargarse, a dejar de estar en alerta y agobio constantes. Asimismo, estar en presencia de escenarios de naturaleza ayuda a poner en justa dimensión el acontecer diario de nuestros problemas: al final del día, de manera muy palpable se puede ver que en medio de hectáreas de bosque uno es insignificante.

Así pues, la situación actual de la emergencia sanitaria puede servir como una oportunidad dorada para voltear a ver nuevamente a la naturaleza, que en gran medida está siempre ahí, a la vuelta de la esquina. Se puede cambiar la rutina sin exponernos a los peligros del virus.

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