Por Javier Medina

El cuidado, protección, conservación y restauración de ecosistemas son elementos básicos y en esencia necesarios para nuestro desarrollo, de manera general así se comprende. Hablar de desarrollo sostenible no debería tener mayor justificación que el hecho de sentar las condiciones para que las futuras generaciones puedan desarrollarse de manera adecuada y la responsabilidad que tenemos como generación de preservar ecosistemas y construir ciudades ordenadas. No obstante, las condiciones actuales hacen necesario poner elementos sobre la mesa que permitan potenciar la importancia de las agendas ambientales, por el clima, lo natural y la biodiversidad.

El capital natural es definido por la CONABIO como el conjunto de ecosistemas y los organismos que habitan en ellos (plantas, animales, hongos y microorganismos), que producen bienes y servicios ambientales indispensables para el bienestar social y el mantenimiento de la vida como la conocemos. Es justo ese capital natural el que hace posible que podamos desarrollar la vida como la conocemos actualmente. No obstante, existen claros indicios que demandan un cambio de ideas en donde el capital económico no sea la prioridad y sí el bienestar, la salud y la vida de las personas, pensando desde ecosistemas sanos y funcionales.

capital natural
Foto: Pixabay

Al hablar de servicios ambientales o ecosistémicos, se desprende una amplia gama en la que resaltan los servicios ambientales de provisión; de regulación; culturales y de soporte o sustento. Siendo estos últimos los que conforman la base para la generación de los demás servicios, pues ahí se gestan procesos como la formación de suelo, ciclo del agua, ciclo de nutrientes y hacen posible la existencia de la biodiversidad. Sin los servicios ambientales de soporte no podríamos disponer de agua, de alimentos y los servicios ambientales de regulación serían incipientes por lo que nos enfrentaríamos a climas irregulares y a una mayor vulnerabilidad ante el control de enfermedades y plagas y ante eventos naturales extremos.

La necesidad de preservar lo natural es imperante; implica saber cohabitar los espacios en los que nos desarrollamos y estriba en ver por nuestra propia subsistencia. Aunado a lo anterior, existen instrumentos que hacen un gran aporte para encontrar respuestas e indicadores, uno de esos instrumentos es el Índice de Capital Natural de la CONABIO. El Índice aborda razones muy específicas por las que nos debe importar la conservación del capital natural. Esas razones podemos enumerarlas de la siguiente manera:

  1. El primer punto lo encontramos en el contraste de que México no hace la excepción en la tendencia global actual del deterioro de ecosistemas y de pérdida de especies que se ha documentado durante los últimos 25 años. A la par, México es considerado un país megadiverso. Lo que hace que la conservación y protección del capital natural adquiera una relevancia aún mayor.
  2. El índice es una aproximación de la biodiversidad terrestre y acuática de los ecosistemas naturales  y ecosistemas agrícolas. Parte de la cantidad del ecosistema y de su calidad, por lo que implica que exista una interacción entre ambas. Precisa una necesidad doble, pues además de mantener ecosistemas es necesario que éstos se encuentren en óptimas condiciones para que puedan ser espacios biodiversos y aporten en la generación de servicios ambientales. En síntesis, es necesario mantener la integridad ecológica de los ecosistemas ante la transformación nociva de los hábitats.
  3. El Índice establece que México tiene 34% de Capital Natural, 33% de Capital Natural Degradado y 33% de Capital Transformado. En tanto que Jalisco se ubica en una condición determinada como de Capital Natural en riesgo, a pesar de que es el sexto lugar en México por el número de especies animales y vegetales que alberga. Esto denota una necesidad urgente de revertir las tendencias de deterioro ambiental en el país y en el estado.
  4. Como el propio Índice lo señala y de acuerdo a los indicadores que contiene, “dos tercios del país presentan altos niveles de degradación, y sólo 12 estados mantienen condiciones de sustentabilidad donde aún pueden generarse bienes y servicios ecosistémicos sin poner en riesgo el Capital Natural de futuras generaciones. Nueve estados tienen su capital natural en riesgo, es decir, con una alta probabilidad de alcanzar niveles no sustentables, y once estados han prácticamente agotado su capital natural, lo que representa un vacío importante en el legado ecológico-evolutivo para mantener el capital natural de futuras generaciones”.
  5. La desprotección ambiental y la degradación del capital natural implican menos disponibilidad de agua, amenazas para la agricultura y la ganadería o, lo que es lo mismo, dificultades para abastecernos de alimentos. Apostar por el equilibrio ambiental es apostar por nuestra subsistencia y en esto tenemos poco que perder y mucho por rescatar.

Es necesario gestar un desarrollo que deje de lado las visiones utilitaristas sobre los elementos naturales, el cortoplacismo en las agendas de gobierno debe dar paso a visiones conciliadoras y de aporte constante de soluciones. Es posible respaldar el discurso con acciones concretas y es posible construir desde necesidades reales y la protección de los intereses colectivos. Aún estamos a tiempo y existen razones de sobra para preservar lo natural. 

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Javier Medina es abogado por la Universidad de Guadalajara con enfoque en políticas públicas y medio ambiente. Militante de Futuro.

Twitter: @javier_medinaP

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